El punto y aparte de la pedagogía

En la educación habrá un antes y después del coronavirus. Se necesita una pedagogía nueva, puesto que la educación, modelos, paradigmas y todo tipo de “doctrinas” no serán vistas del mismo modo.

Desde hace varios, años en México el enseña-aprendizaje nunca fue visto con buenos ojos, el Maestro era ninguneado y despreciado. Se le restó la autoridad cuando se quitó el modelo científico, humanista y riguroso del centro para colocar al alumno. Se dio rienda suelta a la libre decisión y se perdió el sentido de una enseñanza para reducirlo a un escueto acompañamiento.

¿Quién está harto? Sin duda los alumnos y los padres, pero su hartazgo sólo es producto de un círculo vicioso que nunca dejaron de hacer crecer: “mi hijo en casa no es así” decían, ahora ven que son peores. “Es que ya no lo aguanto, no le tengo paciencia” exclaman mamás y papás de todo el país. Y es que claro, ahora les toca recoger los frutos de todo lo que cosecharon contra la autoridad que los tenía casi la mitad del día: los profesores.

El hartazgo real está de este lado, del lado de los docentes que, con sus altas y sus bajas, siempre estuvieron dispuestos presencialmente con una sonrisa, con el mejor método para hacer entender cualquier tema. Ahora, a la distancia, siguen presentes, distantes pero no ausentes, al alcance pero no al nivel.

Parece que no, pero los docentes en esta pandemia también perdieron familiares, tuvieron crisis económicas, familiares, personales, íntimas y de salud. Parece que no, pero al maestro también le puede faltar un familiar pero no lo grita ni lo llora en público.

En México se demostró que la “nueva pedagogía” no sirve, que este modelo de apapachar y poner “al nivel” de los alumnos la calificación no da ni dará buenos resultados. Esta pedagogía que infantiliza y sobreprotege al alumnos haciendo como que no pasa nada hace mucho daño.

La carga burocrática impuesta al profesor es inaceptable, como si el docente tuviera la culpa de lo que pasa en casa del alumno por lo que no atiende ningún llamado escolar. Este hilo de comunicación está siendo dañado y la confiabilidad que había entre Docente y Alumno se está perdiendo.

Son tantas las órdenes absurdas, obligaciones burocráticas y disposiciones sin sentido que amagan la comunicación profesor/alumno para realizar un buen proceso enseñanza/aprendizaje, todo bajo la frazada de una pedagogía fracasada que no se puede tener un canal sano de comunicación.

Sin duda, necesitamos en México una pedagogía que rebase los estándares pero que no esté al servicio del currículo, sino del alumno, una pedagogía que sea al servicio del alumno no de los aristocráticos ni académicos.

Es en este contexto mundial cuando exigimos de regreso “La pedagogía de la liberación” que propuso Freire.

Parece irreal que “las autoridades educativas del país” hayan olvidado el sentido pedagógico propuesto por Vygotsky al decir que “todo proceso de aprendizaje, incluso el desarrollo total del niño, no es aislado”.

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