La incertidumbre: elecciones USA

Tabula Rasa

Las elecciones, ese invento que deja mucha insatisfacción, pero en el que de todas formas, por lo menos, una mayoría participa de forma permanente, vuelve a ser objeto de atención. Y lo es por un asunto que no es menor. Se elegirá al presidente del país con mayor impacto y presencia en el mundo, por lo menos desde la Segunda Guerra Mundial. Un asunto de importancia mundial al que lamentablemente solo participan los estadounidenses. Ninguna otra elección ha causado mayor revuelo y discusiones globales que la actual.

No es para menos, lo que hace cuatro años parecía impensable se volvió realidad con la elección del que parecía menos calificado, ya no digamos para gobernar, sino para el mismo hecho de ser el candidato de algún partido político serio en el mundo. Sin embargo, los analistas fallaron en entender que el cansancio y fastidio ciudadano optaría, en estados claves, por Donald Trump, y con eso darle la presidencia de los Estados Unidos (EU).

Las cosas no lucen igual a cuatro años de esa elección. Trump, quizá el personaje más atacado y que más burlas y odios concita en el mundo (por más que nuestro presidente quiera quedarse con ese primer lugar, lo cierto es que solo es relevante para México) está nuevamente en la boleta electoral, aunque con una desventaja. Ya no cuenta con el beneficio de la duda de cómo sería siendo presidente, ahora compite con el peso de sus decisiones detrás de él.

La lista de agravios en EU y en el mundo contra Trump es larguísima: los mismo los ambientalistas o quienes sienten que sus decisiones han afectado la preponderancia de EU en el mundo como la carta abierta de 700 economistas, incluyendo 7 ganadores del Premio Nobel, en contra de la reelección. La lista de despidos y renuncias es enorme, algo que si bien no es inusual en un gobierno, sí lo ha sido por las formas y las reacciones de los afectados. Como lo relatado en Miedo, de Bob Woodward, quienes se refieren de forma totalmente despectiva de las políticas y decisiones tomadas por Trump, como pocas veces se ha visto en la política, en Estados Unidos o en cualquier otro lugar. Incluso Bolton tiene su propio e interesante libro, La habitación donde sucedió, sobre la forma caótica en que toma decisiones Trump. 

Desde 1994 ha habido siete elecciones presidenciales, de las cuales los candidatos demócratas han ganado cuatro. La particularidad es que de los tres triunfos republicanos, en dos de ellas (la de 2000 y la de 2016) el voto popular total fue a favor de los candidatos demócratas.

Es decir, en 6 de 7 elecciones la gente ha elegido a los candidatos provenientes del partido demócrata, mientras que la única elección donde obtuvieron el triunfo y el voto de los ciudadanos fue en 2004, en pleno respaldo a George Bush en su política de acción militar después de los ataques a las torres gemelas en 2001. Si esos resultados se dieran con un sistema electoral como el nuestro, donde la gente elige de manera directa al presidente de la república, los demócratas habrían ganado esas seis elecciones. Sin embargo, esto no es así.

Las diferencias entre los sistemas electorales de Estados Unidos y México son notorias. Hasta antes de esta elección, en el país vecino se parte de la confianza en el sistema, mientras que en nuestro país se parte de la desconfianza. Mientras que en México se construyó un instituto federal (y luego nacional) para organizar las elecciones, en Estados Unidos eso no existe. Allá cada estado e incluso hasta los condados (el equivalente al municipio mexicano) tienen reglas propias para organizarse, registrarse, votar y contar los votos.

La otra gran diferencia es que la elección presidencial es indirecta, donde se vota por electores que irán a un colegio electoral que a su vez elegirá al presidente. De esta forma se eligen en total 538, para lo cual el número mágico para ser presidente es tener 270 votos electorales, como se les conoce. El número de electores es proporcional al número de habitantes por estado, de tal forma que Wyoming o Alaska son algunos de los siete estados que tienen el menor número de votos electorales con 3 cada uno, mientras que California es el que más tiene con 55. 

Por lo anterior, descontando los estados que tradicionalmente votan por los demócratas o republicanos, quedan una serie de otros estados que cambian el sentido de su voto. Se considera que en la elección de 2016, Arizona, Carolina del Norte Florida, Michigan, Pennsylvania y Wisconsin, fueron los estados que le dieron el triunfo a Trump. En conjunto, estos estados aportan 98 votos electorales, los que representan más que la suma de los 17 estados que menos votos electorales tienen. De ahí que tanto las estrategias de los candidatos, como la atención de medios y analistas se centran en esos estados. 

A unos días de la elección que se llevará nominalmente el martes, ya han votado más de 68.5 millones de ciudadanos. Por ponerlo en perspectiva, en 2016 Donald Trump obtuvo en total poco más de 62 millones de votos. Esto hace esperar unas elecciones donde la participación sea notablemente más alta que en 2016, donde votaron el 55.4% de los ciudadanos, e incluso apunta a superar la participación electoral de 2008, cuando para la primera elección de Barack Obama, el 58.2% de los ciudadanos se presentaron a votar. 

El rival de Trump para la elección será en esta ocasión Joe Biden, exvicepresidente en el período de Obama, quien sin tener el carisma de Clinton, ni la oratoria de Obama, ni la juventud de Kennedy, se presenta con ventaja a días de la elección, al ir modelando una candidatura que habla de unión y de recuperar el corazón de los Estados Unidos. Esto le ha servido para enfrentar y quizá hasta ganar la elección.

La gran pregunta (o la gran esperanza) es sobre quién será el ganador de la elección presidencial. De acuerdo con el sitio YouGov, se hizo una encuesta en 7 países europeos y en todos ganaría Biden. No es sorpresa que en Dinamarca, país al que canceló un viaje Trump en 2019 porque no quisieron venderle Groenlandia, el porcentaje a favor de Biden era hace un par de semanas del 80% y solo un 6% elegiría a Trump. Por desgracia, los daneses no van a votar. 

Las encuestas en Estados Unidos marcan una diferencia a favor de Biden a nivel nacional, algo que también pasó cuatro años atrás cuando la favorita era Hillary Clinton. Otro criterio puede ser por parte del dinero recaudado por los candidatos. Recordemos que a diferencia de México donde el Estado financia a los partidos políticos, en EU tienen que recaudar dinero de los ciudadanos de forma individual. Aquí también gana Biden, quien ha recaudado 937 millones de dólares en oposición a los 595 de Trump, aunque algo similar pasó igualmente hace cuatro años. La diferencia es que ahora la campaña de Trump llegó a las últimas semanas casi sin dinero para la promoción del voto.

Aunque he mencionado las diferencias entre los sistemas electorales, existe una coincidencia. Como lo ha señalado Eric Bjornlund en su artículo Here’s How the 2020 U.S. Elections Resemble Those of Fragile Democracies, publicado hace una semana en Foreign Policy, las reiteradas denuncias de Trump por cuestionar los votos enviados por correo, su negativa a señalar públicamente la aceptación de los resultados electorales o a una transición de poder ordenada, sus llamados a que vigilen las casillas ciudadanos armados. En fin, su constante golpeteo a la legitimidad de las elecciones, lo equiparan a Bangladesh, Afganistán, Egipto, algo con lo que nosotros seguimos viviendo elección tras elección.

No es descabellado pensar que contra la tradición, en caso de perder Trump, estaría denunciando fraude y desconocería los resultados, a la par que impugnaría las elecciones vía judicial. La incertidumbre muy probablemente no terminará el martes y puede prolongarse muchas semanas más.

Si sirve un poco de esperanza, al momento de escribir este artículo, la suma de las últimas 5 encuestas en los estados considerados clave como Arizona, Carolina del Norte Florida, Michigan, Pennsylvania y Wisconsin, le dan ventaja a Joe Biden en porcentajes que van del 1% al 10%. Los datos, y mis deseos personales, indican que va a ganar Biden, pero, como dijera el gran catcher de los Yankees de New York (aprovechando que acabamos de ver la serie mundial de béisbol) “Esto no se acaba hasta que se acaba”.

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