‘Cuties’: ¿transgresión o denuncia?

La película ‘Cuties’ -traducido Guapis al español- ha recibido críticas y elogios. Por ahora, la plataforma de entretenimiento con la gran N roja enfrenta un proceso penal por los cargos de lascivia y ponderamiento sexual infantil.

¿Mal contexto o mala ejecución?

Una comitiva especializada en Texas presentó una acusación contra Netflix, asegurando que la película carece por completo de cualquier aprecio al séptimo arte y que no puede ser tomada seriamente desde el punto de vista literario, político, científico o artístico.

Matt Schaefer anunció que su denuncia fue hecha el 23 de septiembre y en ella se lee que Netflix, a través de Cuties exhibe y promueve contenido que «no frena ni reprime la exhibición con fines lascivos de los genitales, cuerpo o el área púbica de un menor de edad cubierto o parcialmente cubierto por el interés lascivo en el sexo».

Netflix respondió que los cargos contra la empresa están sin bases, pues más que nada, la película es una denuncia social contra los intentos de la sexualización de la infancia. Podemos asegurar que, aunque la idea detrás del manejo del guión fue buena, el escenario mundial no permite ver el contexto adecuado.

Algunas minorías hoy día están a la vanguardia para incluír “educación” explícitamente sexual en las aulas, acuñando términos inexistentes y disparejos para normalizar ciertas actividades contrarias a la racionalidad y el buen avance mundial.

Bajo el término “Guapis” hay una lucha que sortea una niña musulmana que descubre el estilo de vida “occidental” en el Twerking -estilo de baile consistente del movimiento excesivo de caderas y glúteos- lo que la lleva a una precrisis de existencia sobre su identidad. La película fue acusada de ser parte de una agenda que quiere legalizar y normalizar la pedofilia.

La directora de la película, Maïmouna Doucouré, comentó hace algún tiempo que la película está muy lejos de normalizar la pedofilia y sexualizar a la infancia. Comenta que trabajaron con un equipo sumamente capacitado para no comprometer la integridad de las cinco niñas protagonistas.

Ella dice: «Nosotros, como adultos, no les hemos dado a los niños las herramientas para crecer saludables en nuestra sociedad». La autora admite que con su película obliga al público a que confronte todo el panorama desde la “infancia moderna” y eso obliga a toparse en seco con imágenes de niñas “maquilladas, disfrazadas y bailando sugestivamente para imitar a su ícono musical favorito“.

Si el público se escandaliza es a causa de una doble moral: no es tan malo escuchar frases vulgares en el reguetón o pop pero cuando niñas de doce años lo bailan, es un problema. La situación está a fines para ir más allá de la película y meter a consideración la respuesta a la pregunta: ¿Quién le está haciendo tanto daño a la infancia?: los mismos padres.

Los mismos padres que abandonan a sus hijos horas en el celular, los mismos padres que se abandonan de sus hijos en un celular y los mismos padres que consideran que “un poquito” de cualquier cosa no es problema.

El mensaje de la película es claro: ¡Los niños son niños o son adultos! Actúan cien por ciento como niños o juegan a ser adultos con cara de niños.

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