Los grupos religiosos, ¿un peligro?

Ariel Goldstein, un investigador argentino, detalla en su libro “Poder evangélico” cómo la comunidad de religiosos ha ido entrando en la política del continente americano.

Goldstein encuentra a Trump, Bolsonaro y Áñez como los principales exponentes del evangelio en la política. La visión del escritor se limita a un plano meramente superficial de lo no reconciliable entre lo lícito y conveniente.

Él escribe contra ellos: «Creen que gobernar es un mandato divino. Militan contra el aborto, la educación sexual, los derechos sexuales y reproductivos, los feminismos y la comunidad LGBTIQ (…) Tienen una visión patriarcal de la sociedad (…)».

Este Doctor en Ciencias Sociales fundamenta sus juicios en el peor defecto de su campo: “Estudiar la cultura en el contexto de la cultura” donde, al calor de esta tesis, tendríamos que juzgar como bueno el holocausto de Hitler porque esa era la cultura, o la esclavitud porque en ese entonces estaba bien.

Su molestia es genuina, pues estriba en la ocupación de los grupos religiosos en la política aquí en América. Eso es muy lógico porque puede hacerlo, atacar el mismo problema más arraigado en países islamitas no sería correcto.

Pero no, la tirria es -curiosamente- sólo con los cristianos, evangélicos y carismáticos. En una entrevista con Reuters el autor comenta: «No puede dejar de considerarse a este nuevo pentecostalismo como peligroso para la democracia».

Su problema parece devenir de una muy actual crisis de conceptos en el que el bien y el mal no están muy claros y no hay nada que los diferencie más que la cosmovisión personal. También comenta “estos líderes demonizan todo, al grado que el adversario debe ser exterminado“.

Goldstein quiso llegar a conocer cómo es que los evangélicos han logrado este poder político y le llamó la atención la notable legitimización social a través del trabajo territorial: atender sectores vulnerables, procesos de recaudación económica para enviar el apoyo y tener medios de comunicación y la magnífica historia que ha legado el cristianismo a Occidente.

Él comenta que los evangélicos son pragmáticos pues no les importa aliarse a grupos de derecha como de izquierda. El libro pretende ser un informe histórico y del concepto actual de esta comunidad religiosa en el continente, pero lejos de ello es un sinsabor de disparates en torno a un rencor por el bien logrado legado de la comunidad a los países donde está presente, más que cualquier otro sector, el Cristianismo evangélico tuvo, tiene y tendrá mucho que aportar.

El acierto que tiene acerca del modelo evangélico es que es plástico y se adapta al tipo de sistema social y político del momento. Esto va de la mano con el declive del catolicismo, en los años 60’s, el 94% de población en Latinoamérica era católica, para el 2014 la cifra se redujo drásticamente a 69% aumentando la proporción de evangélicos del 9% al 19%.

Le sorprende que México y Paraguay, siendo estados laicos tengan un estado muy fértil para el crecimiento de esta comunidad, por lo contrario, Uruguay es un estado que “ha resistido” al avance evangélico.

Olac Fuentes Molinar mantiene un concepto muy duro de laicismo tocante a la educación pero esa aplicación puede ser llevada al gobierno de todo un país. Goldstein admite que todo gira en la construcción de figuras reaccionarias, por lo tanto, aunque el laicismo es la utopía de muchos, simplemente no es concebible.

Por último, advierte que los evangélicos «Son un factor de poder con mucho peso, y peligroso. Los pastores se asocian a los políticos dándoles una bendición divida y penetran el lenguaje religioso en la política», perjudicando la vida democrática.

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