Al aire libre: un enfoque aún vigente para la educación

Este ingenioso protocolo de educación y seguridad de hace 100 años podría ser adoptado hoy día y permitir el regreso a la educación presencial.

En estas semanas, millones de estudiantes en todo el mundo regresan a clases, algunos con protocolos y estándares de higiene muy complicados. Estos protocolos apunta a minimizar el riesgo de contagio.

Muchos especialistas en salud y educación han propuesto que un método implementado hace 100 en el brote de tuberculosis podría ser útil para esta ocación con el brote del nuevo coronavirus.

Asociada a las condiciones de vida, en espacios hacinados y con nula o escasa higiene, la tuberculosis fue común entre los trabajadores de las ciudades europeas y estadounidenses luego de la Segunda Revolución Industrial. Esta enfermedad pulmonar, conocida también como “la plaga blanca”, no tuvo antibióticos ni vacunas hasta después de 1921 -año en que se elaboró la primer vacuna-. Uno de los pocos tratamientos eficientes del momento fue “el tratamiento al aire libre”, esto se hacía para exponer a los pacientes al sol y a la mayor cantidad de aire fresco posible.

Médicos y Maestros por igual adoptaron esta medida: las aulas y hospitales abarrotados propiciaban un espacio para la propagación de la enfermedad. Esto trajo sacar la escuela de los edificios, un concepto poco aceptado pero ya tratado de la época.

Este mover de “las escuelas al aire libre” inició en Alemania en el año de 1904. El doctor Bernhard Bendix y el inspector escolar Hermann Neufert abrieron la Waldschule für kränkliche Kinder, o “escuela forestal para niños enfermos”, esta escuela estaba ubicada en el bosque, sólo había un edificio de madera para enseñar cuando llovía. Allí se atendieron los niños que tenían síntomas que sugerían inicios de tuberculosis.

Este tipo de escuelas se reprodujo rápidamente en toda Europa, pronto había escuelas al aire libre en Bélgica, Italia, Inglaterra, Suiza y España. Poco tiempo después de la Primera Guerra Mundial hubo un congreso internacional del movimiento.

En América hubo presencia de este tipo de escuela, la Escuela de Aplicación al Aire Libre (EAAL) de San Pablo operó entre 1939 y 1950. También en EU este tipo de escuela inauguró en 1908 cuando dos de las primeras mujeres graduadas de la Escuela de Medicina Johns Hopkins: Mary Packard y Ellen Stone, adoptaron el método de la escuela al aire libre en Providence.

Un informe publicado en 2016 de la Rhode Island Medical Journal dijo que estos alumnos habían sido expuestos a la tuberculosis y cita: «Las noticias de la escuela se difundieron rápidamente: las caritas que estaban pálidas hace unas semanas tienen un rubor saludable y los niños que estaban demasiado cansados para jugar están comenzando a mostrar cierto interés en la vida. Todo esto… es lo que ha logrado la escuela al aire libre».

En 1918, al menos 130 ciudades estadounidenses tenían escuelas al aire libre de algún tipo, detalla Neil S. MacDonald, autor de un libro sobre el movimiento de escuelas al aire libre publicado ese año. La mayoría dio clases al aire libre, en la azotea o con ventanas abiertas.

Esto aportó para la lucha contra la tuberculosis. En China, una revisión de 7,000 casos de coronavirus demostró que sólo uno se contagió al aire libre, por lo que este modelo de enseñanza podría ser efectivo.

A pesar de haber sido mostrada su eficiencia en un estudio del 2018 donde alumnos de quinto grado tomaron una clase al aire libre y mostraron mayor interés que los del grupo de control de manera convencional, este enfoque aún es ignorado por los gobiernos y departamentos de educación en el mundo.

No sólo en la salud hubo mejora, en la escuela John M. Patterson, en Filadelfia, el comportamiento retador negativo disminuyó, tanto que las suspensiones cayeron de 50 por año a cero. Esto luego de construir un patio de juegos allí los estudiantes mantienen un jardín de lluvia y hay clases de gimnasia y ciencias.

En Estados Unidos, Dinamarca, Cachemira o Bangladesh están experimentando con este tipo de escuelas, pero siguen siendo ejemplos aislados mientras que las autoridades educativas y gobiernos no miren en esa dirección será muy difícil rescatar la educación. Por último, Sarah Milligan-Toffler, directora ejecutiva de una organización llamada Children & Nature Network, comenta con enojo «¡Un enfoque más tradicional! La gente está mirando escudos de plástico que se colocan alrededor de los escritorios ¿Esa es nuestra solución creativa?».

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