“A dos de tres caídas”, la pandemia asfixia a la lucha libre mexicana

Hay un oponente que se resiste a la lucha libre: COVID-19. Un competidor que, en casi seis meses, mantiene bajo la lona y con la guillotina al cuello a los luchadores mexicanos.

La lucha libre ha trascendido el deporte para convertirse un espectáculo cultural, sin exageraciones. Más allá de los campeonatos, las luchas de máscara versus máscara, el jugarse la cabellera en un encuentro o determinar tal o cual campeón, la lucha es un espectáculo, un rito que congrega a sus feligreses alrededor de un cuadrilátero, apasionados files al bien, con los técnicos, o al mal, con los rudos.

Ahora, la crisis económica provocada por la pandemia del COVID-19 también ha golpeado a la comunidad de lucha libre mexicana, debido a la falta de funciones desde mediados de marzo. Plantear que después de esta pandemia los luchadores redujeran el 50 por ciento de su salario es inconcebible o aberrante, externan algunas de las figuras luchísticas.

El luchador es sinónimo de héroe fantástico, aquel personaje no humano, despegado del concepto mortal, una máscara en representación del “yo no me rindo, hasta la última caída”. Lastimosamente, hoy atraviesan una de las peores dificultades.

Debido a la escasez de venta de boletos y el espectáculo en suspensión, se enfrentan a su pésima lucha, una dura constante por intentar sobrevivir o aguantar.

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