La vacuna contra el COVID-19 empeorará las cosas

Richard Hass, presidente del centro de estudios Council on Foreign Relations (CFR), prevee un colapso post COVID-19 que incluye deudas, rencillas políticas y miles de muertos.

El nacionalismo de las vacunas

La carrera tecnológico-médica que se tiene hoy día es muy importante para los países, pues determina el desarrollo interno y el mensaje al mundo de una importante capacidad económica.

Este nacionalismo está empapado, más que de otra cosa, por un singular sentido de egoísmo, disfrazado una peculiar “preocupación por la humanidad”. Para Hass, esto dejará a “miles de millones de personas en una posición vulnerable”.

Estados Unidos, China, Rusia y Reino Unido, principalmente, parecen más que estar animadas por brindar al mundo una esperanza, haberse enrolado en un juego de niños por ver quién puede más “invirtiendo lo que sea necesario para encontrar una vacuna que haga frente al virus”.

También han asegurado con multimillonarios contratos el abastecimiento de la cura, favoreciendo a laboratorios de renombre como AstraZeneca, Pfizer y BioNtech, Valneva, Moderna, Johnson & Johnson y Novavax. Uno de los factores secundarios al apalabrar dosis de vacunas con estas marcas es la presión que los gobiernos tienen para proveerlas a sus ciudanos.

Esto, más que dar un efecto de “queda bien” ante el mundo, dejará a otros millones más desprotegidos debido a la globalización que hace que esta enfermedad continúe propagándose. Esto determinará un caos inminente si los gobiernos no son prudentes para formar acuerdos internacionales entre ellos.

Guerra médica-política. ¿Es posible?

Aunque la terminología no le concede a todo concepto de competencia el afán de una guerra, se mira a distancia que los gobiernos harán lo que sea por conseguir las vacunas para sus territorios y su gente. No todos quieren negociar unilateralmente. «Todos quieren llegar primero. Algunos por razones comerciales, pero muchos por razones más bien políticas».

“Aunque quieran parecerlo, ningún país es autosuficiente para producir la vacuna, pues los requerimientos químicos extranjeros”, dice Hass. Hace un tiempo China dijo que su vacuna sería globalizada, un bien común. Si lo cumple podría sentar las bases para un acuerdo internacional: los gobiernos se quedan con la mitad de su producción y comparten la otra mitad.

Que Rusia se acerque a registrar la vacuna puede ser un beneficio pero, debido a la aparición de otras y sus limitantes, no es especialmente una “medalla de oro para el mundo”. La vacuna no traerá un beneficio y hasta cierto punto puede traer más problemas su disposición global.

Esto no es nuevo, la historia de las vacunas está marcada por tres fases: trae beneficios a unos, ayuda a otros por un periodo corto y al ver los efectos indeseados muchos se negarán a recibirla, crea un ciclo infinito de problemas de todo tipo.

Las vacunas no salvan

Por estas razones la vacuna pueden representar un problema mayúsculo: continuaremos con el distanciamiento social, las mascarillas y la higiene enfermiza. El problema no reside en la crisis sanitaria, sino en la crisis humanitaria que se viene. El no compartir la vacuna impedirá el cese del virus, pues seguirá habiendo gente infectada infectando a más personas.

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