La ronda generacional ante la nueva normalidad

Las generaciones

Pertenecer a una generación es una fatalidad. No es algo que se pueda elegir. Más bien es una coincidencia de lugar y tiempo que define tanto los sueños que habrán de perseguir sus integrantes, así como la forma de lograrlos a partir del contexto político, los hábitos de socialización y el nivel de desarrollo tecnológico en que estén inmersos. Cada generación comparte la experiencia social de su época.

La nueva normalidad

Siempre hay un entrelazamiento generacional. Sin embargo, el confinamiento impuesto por la nueva normalidad para contener al COVID-19 permite aventurar algunas hipótesis sobre el comportamiento social y político de cada una de las generaciones que se entreveran en esta crisis sanitaria. Va un puñado de provocaciones que evidentemente llevan el pecado de la generalización.

Los Centennials o la Generación Z

La pandemia los sorprendió entre los 5 y los 25 años de edad. Son los primeros nativos digitales. Su vida siempre ha estado asociada al internet y los teléfonos inteligentes. Debido a sus hábitos de socialización, el confinamiento no les afecta gran cosa, mientras tengan conexión a internet. Siguiendo a Martín Caparrós, para ellos la vida es plana. Es decir, su normalidad es la pantalla de cualquier dispositivo que los contacte con su banda, con sus video juegos, con sus influencers, con su música y con sus series. Para ellos, la nueva normalidad es su normalidad de siempre.

Son los impulsores y protagonistas de la memecracia. Son presas de los algoritmos que los globalizan. Su relación con los medios de comunicación tradicionales es nula y el tristemente célebre círculo rojo no tiene ni tendrá incidencia alguna entre ellos. No le entienden, no les interesa entenderlos y no necesitan entenderlos.

Nacidos entre 1995 y 2016, buena parte de su vida ha transcurrido en el periodo de recesión económica mundial que arrancó en EU en 2008. Llevan más de la mitad de su vida, 14 años, viviendo en uno de los países más violentos del planeta. Para ellos el PAN es sinónimo de sangre y el PRI de corrupción. Iniciaron su vida adulta señalados como ninis.

Para ellos AMLO encarna el cambio y las benditas redes sociales su hábitat natural. En 2018 por vez primera participaron en una elección presidencial y votaron mayoritariamente por Morena.

En 2015 representaban el 45% de la población y en 2017 casi el 17% del padrón electoral. En las elecciones del 21, muy difícilmente el PAN y el PRI atraerán su atención. Es probable que se sientan más atraídos por algunas opciones emergentes, si es que alguna cuaja. Desde sus inicios, el gobierno de la 4T ha invertido a esta generación con las becas Benito Juárez para los estudiantes y con el programa de Jóvenes Construyendo el Futuro, orientado a los jóvenes de 18 a 29 años de edad. Habrá que ver si estas políticas públicas alcanzan para mantener la balanza de los Centennials a favor de Morena.

Los Millennials o la Generación Y

Este 2020 los más grandes celebran sus 40 años y los más chicos 26. Si bien no son nativos digitales, crecieron a la par del internet, en la adolescencia comenzaron a usar teléfonos celulares, son los primeros usuarios del Facebook y tienen 15 años con su muro. El mundo digital es su segunda naturaleza. Acostumbrados al home office y a las Zoom parties, no van a tener problemas para integrarse a la nueva normalidad.

Son miembros activos de la memecracia. Tienen grupos activos de Facebook y WhatsApp. Buscan chamba por LinkedIn y realizan sus compras en línea. Es marginal su consumo de medios tradicionales. Si bien también son presa de los algoritmos, buscan fuentes alternativas de información. El círculo rojo les da hueva y utilizan un lenguaje mucho más desenfado que las anteriores generaciones. Son los que pusieron de moda el güey para referirse a hombres y mujeres de manera indistinta.

Nacidos después de 1980, les tocó vivir el fin de la guerra fría con la caída del muro de Berlín en 1989. En México atestiguaron el triunfo del proyecto modernizador con la firma del TLC en 1992, así como la contra réplica zapatista del 94. Les tocó el ascenso del prestigio de la educación privada a costa del de la pública y de la imperiosa necesidad de hablar inglés para triunfar en un mundo globalizado.

Sin embargo, frente a la historia de sus padres, su situación laboral y de ingreso ha sido más precaria. Inauguraron los free lance, los trabajos por proyecto, las contrataciones por honorarios y las Afores. Les ha sido muy difícil hacerse de un patrimonio. Es la primera generación con el síndrome de Peter Pan e inventó a los roomies para poder independizarse de su familia.

Para ellos, el fraude electoral es un mito. Con su primer voto sacaron al PRI de los Pinos. 12 años después volvieron a creer en el sueño modernizar con Peña a la cabeza del PRI. Finalmente, 6 años más tarde hicieron posible que AMLO llegara a la presidencia con una votación inédita.

En 2015 representaban poco más del 22% de la población y en 2017 casi el 34% del padrón electoral. Posiblemente sea la generación que le tenga menos miedo al cambio. Sin duda, es la más escéptica de todas. Han votado PAN, PRI y Morena. La 4T no ha generado una política pública para beneficio especifico de esta generación. Más bien, muchos se han visto afectados con los recortes presupuestales y la austeridad franciscana. Además la inseguridad, que afectó sus hábitos de socialización desde hace 14 años, no ha amainado. Desilusionados del PAN, del PRI, del PRD y de Morena es probable que en el 21 se decanten por otras alternativas o simplemente se guarden en sus casas durante la próxima jornada electoral.

La Generación X

Nacidos entre 1960 y 1980, les tocó el mítico mundo en el que se podía jugar en las calles. Además de la transición del campo a la ciudad, fueron testigos del paso del bulbo a los transistores, de la aparición de la televisión en blanco y negro y su mutación a la de color, del paso de la perilla para cambiar los canales al control remoto. Durante buena parte de su vida estuvieron encadenados al teléfono fijo y el mundo era inmenso y desconocido. Con cierta dificultad y atraso se han ido incorporando a las novedades tecnológicas. El confinamiento no es lo suyo. Van a sufrir en la nueva normalidad.

Crecieron en plena Guerra Fría, en un mundo divido entre buenos y malos. Se formaron en la época de una sola versión de la realidad, que se socializaba a través de un solo canal de televisión y unos cuantos periódicos. En los hogares se seguía el sabio consejo de Raúl Velasco, no hablar de política o religión porque dividía a las familias. La polémica era marginal, el disentimiento y la crítica más bien testimoniales como las elecciones. Actualmente, son los que siguen consumiendo los medios tradicionales y están más atrapados por el círculo rojo que por los algoritmos cibernéticos.

Todavía los cobijó el Estado benefactor. A pesar de las crisis de López Portillo y Echeverría pudieron formar un patrimonio. A los yuppis de su generación, el famoso Fobaproa les ayudó a paliar el error de diciembre de 1994, al sustituir sus deudas de pesos a unidades de inversión, udis. Son fervientes creyentes de la cultura del esfuerzo, pues su esfuerzo les ha dado frutos.

En 2015 representaban casi el 22% de la población y el 33% del padrón electoral. Entre sus filas cuentan con dos expresidentes: Calderón modelo 62 y Peña 66. Es probable que el próximo presidente también salga de esta generación. No son afectos a los cambios. Son tradicionales y conservadores. Sus preferencias electorales están arraigadas. Son la esperanza del PAN y del PRI. Aunque muchos ven en AMLO al PRI de antes que enarbolaba un Estado benefactor. Seguramente todos los partidos se llevarán algo de esta generación.

Los Babys Boomers

Nacidos después de que se repartiera el mundo con los Tratados de Yalta en 1945, para ellos el mundo es un ente que pueden moldear a su antojo. Es la generación que se tiene más fe a sí misma. No sólo impulsaron el desarrollo científico y tecnológico que culminó con la conquista del espacio, sino también con amor y paz subvirtieron hábitos de socialización, encabezaron las nuevas luchas sociales con el 68 en los países occidentales. En México son los que impulsaron la nueva generación de reformas electorales que desde 1987 que no ha cesado. También son la población más vulnerable frente al COVID-19 y son los menos habilitados para adaptarse a la nueva normalidad.

Es la generación de menor representación demográfica y electoral. En 2015 apenas representaba poco más del 10% de la población y en 2017 poco más del 16% del padrón electoral. Sin embargo, es la generación que a la fecha sigue tocando el pandero. Las demás generaciones sufren las consecuencias de su disputa por la nación.

En una esquina está el artífice del proyecto neoliberal en México, Carlos Salinas de Gortari. Siendo modelo 1948, el título de sus memorias expresa con claridad su proyecto: México, un paso difícil a la modernidad. Salinas comandó a los tecnócratas que desde 1986 dieron un gran paso para imponer su proyecto con la entrada de México al GATT, el abuelo del TELECAN. Lograron hacerse de la OCDE con José Ángel Gurria, modelo 1950, como Secretario General. Las Reformas Estructurales de Peña fueron algunas de las últimas travesuras de este grupachón. Ellos son el círculo rojo.

Para que la cuña apriete debe ser del mismo palo. Por ello, en la otra esquina está el principal opositor al proyecto neoliberal, Andrés Manuel López Obrador, que también es un Baby Boomer modelo 1953. AMLO opone a la globalización un nacionalismo que, paradójicamente, está agarrando nuevos bríos en el mundo. Pero, sobre todo, está impulsando de nueva cuenta un Estado benefactor que ayude a la población que no contempló el proyecto neoliberal. A costa, claro, de la población beneficiada por el proyecto neoliberal.

La oportunidad de AMLO fue la articulación del círculo verde, merced a las benditas redes sociales que le permitieron romper el cerco del círculo rojo. En el 21 espera refrendar el apoyo mayoritario de su generación que añora las glorias pasadas y que, por supuesto, recibe su lanita por ser adulto mayor.

Para los Babys Boomers el COVID es una calamidad inesperada y la nueva normalidad una condena que difícilmente van a cumplir. Por lo pronto, a las demás generaciones las traen a remolque con sus disputas.

No está de más precisar que estas reflexiones aplican, en el mejor de los casos, a la mitad de la población del país. La otra mitad sigue atrapada en el túnel del tiempo.

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