Algo anda mal en Estados Unidos

Algo anda mal en Estados Unidos y no, no me referiré (del todo) al presidente Trump, sino a dos viejos problemas que nunca se han ido y que volvieron con más fuerza la semana pasada: racismo y brutalidad policiaca. El mundo fue testigo de cómo un video captaba una escena donde un policía mantenía una rodilla sobre un ciudadano de raza negra, George Floyd, quien terminaría muriendo por asfixia.

El racismo en contra de las personas de raza negra ha estado presente en la historia del país vecino. De la Guerra de Secesión y la abolición de la esclavitud en el siglo XIX al gran movimiento de lucha civil en contra de la segregación racial en el siglo XX, la comunidad negra ha obtenido cambios dignificatorios para su vida. Sin embargo, no ha sido suficiente. Tener un monumento a Martin Luther King en el National Mall de Washington junto a los de Washington, Lincoln, Jefferson y Roosevelt, no ha significado una mejora en la vida diaria.

Este año fue la muerte de George Floyd en Minneapolis, Minnesota, lo que ha catalizado las protestas de gran parte de los ciudadanos estadounidenses, incluyendo a las personas de raza blanca. Esa lamentable y evitable muerte ha vuelto a poner sobre la palestra el mismo tema de abuso policial sobre personas de raza negra. Como lo fue en 2014 cuando la policía mató a tiros a Michael Brown, lo que llevó a una serie de protestas violentas en la ciudad de Ferguson, New York; como lo fue en 1992 tras la absolución de 4 policías que fueron captados dándole una brutal paliza a otra persona negra, Rodney King, lo que desató la furia de la comunidad negra y se dieron una serie de hecho violentos que terminarían con un saldo extraoficial de 60 muertos. Y así podemos encontrar muchos más casos.

Es decir, algo andaba mal y era cuestión de tiempo para que estallara, como lo retratara Spike Lee en su prodigiosa película Haz lo correcto de 1989. El tema del racismo volvió con cierta fuerza en 2016 cuando Colin Kaepernick, jugador de los 49’s de San Francisco, postraba una rodilla al suelo mientras se interpretaba el himno de los Estados Unidos, en protesta por “un país que oprime a la gente negra y personas de color”. Trump criticó al jugador, y hasta pidió su despido, logrando que el tema dejara de ser contra el racismo, convirtiéndolo en un asunto de respeto a la bandera e himno estadounidense.

Hoy la rodilla en el piso se ha vuelto en el símbolo de la protesta Black Lives Matters en contra de la injusticia racial. A diferencia del puño enguantado símbolo del Black Power que hicieran los medallistas negros en la competencia de premiación de la carrera de 200 metros en las olimpiadas de 1968 y que fueran rechazados hasta por una parte de su comunidad, ahora poner la rodilla al piso es un gesto que ha sido adoptado por quienes apoyan la lucha contra el racismo, incluyendo policías de raza blanca.

Detrás de las actuales protestas hay una serie de circunstancias que nos muestran una sistemática discriminación. Por ejemplo, en el tema de salud. Sin meternos de lleno a ver las inequidades que sufren las personas de raza negra en el tratamiento de acceso a los servicios de salud, de atención médica, de los diferentes impactos psicológicos por el hecho de sufrir el acoso de la policía (hay datos que señalan que el nivel de estrés postraumático es similar al que sufren los veteranos de Irak o Afganistán), sino simplemente viendo los datos sobre cómo ha impactado el COVID-19 en su comunidad, podemos ver las diferencias.

Joia Crear-Perry y Michael McAfee reportaron en su artículo “To Protect Black Americans from the Worst Impacts of COVID-19, Release Comprehensive Racial Data” del pasado abril publicado por la revista Scientific American, que, en Nueva York, las posibilidades de morir por el contagio eran del doble para las comunidades negra y latina que para la comunidad blanca. Las personas de raza negra, que significan el 13% de la población total de los EU, representan el 30% de los fallecimientos por el COVID-19. Más dramático, por ejemplo, es en Louisiana, donde el 56% de los fallecidos por contagio son personas de raza negra.

Otro tema es el de la generación de riqueza. Las comparaciones entre las comunidades blancas y negras nos dejan ver la brecha existente entre ambas. De acuerdo con Cedric Herring y Loren Henderson, en el artículo “Wealth Inequality in Black and White: Cultural and Structural Sources of the Racial Wealth Gap” publicado en la revista Race and Social Problems, en febrero de 2016, nos dicen que en cuestiones de riqueza es muy marcada la diferencia entre las personas de raza negra y las de raza blanca. Por ejemplo, la riqueza promedio en 2013 de las personas de raza negra ascendía a unos 9 mil dólares, mientras que, para las personas blancas, el valor promedio de su riqueza era de 143 mil dólares.

Las diferencias existentes fueron acrecentadas como consecuencia de la crisis económica de 2008-2009, donde los hogares negros perdieron en promedio el 53% de su riqueza en comparación con el 16% de los blancos. Para acentuar más las diferencias, mientras que las pérdidas en inversiones por parte de la gente de raza blanca, derivado de la crisis señalada, fue del 9%, las pérdidas para las personas de raza negra fueron del 71%.

Ahora pasemos a la parte de la violencia en contra de la población negra y el papel de la policía. Resulta interesante lo que publicó el Pew Research Center, Social and Demographic Trends, en enero de 2017 cuando mide el sentimiento de vulnerabilidad de la sociedad con lo que piensan los policías. El reporte señala que el 86% de los oficiales consideran que lidiar con personas de raza negra hace más difícil su trabajo. Por otra parte, un 67% de esos mismos oficiales consideran que las muertes de personas negras en enfrentamientos con la policía son casos aislados, opinión que no comparte la sociedad ya que el 60% cree que son señales de problemas más profundos.

Por otra parte, una plataforma que se dedica a levantar encuestas en Estados Unidos, You Gov, señala que la mitad de la población, tanto blanca como negra, tienen miedo de ser víctima de un crimen violento, pero, mientras que para la población blanca la sensación de morir como consecuencia de una acción de la policía es del 21%, para la población negra el porcentaje aumenta a un 63%.

Michelle Alexander, en su imperdible libro El color de la justicia, señala que se ha usado la guerra contra las drogas para establecer una “estructura asombrosamente amplia y muy bien disfrazada de control social racializado que funciona de una manera llamativamente similar a la legislación que fundamentaba la era de la segregación”. A través de diversas reformas legales, la policía puede detener a cualquier persona que les parezca “sospechoso” y, nada sorprendente, la inmensa mayoría de los detenidos son de raza negra. La población carcelaria, señala Alexander, pasó de 300 mil a más de 2 millones de personas con un marcado sesgo racial. En proporción, Estados Unidos encarcela a más gente de raza negra que Sudáfrica en las peores épocas del apartheid. De acuerdo con datos del Bureau of Justice Statistics, el 38% de la población carcelaria es de raza negra.

El estudio “The scale of misdemeanor justice” presentado por Megan Stevenson y Sandra Mayson, publicado en 2018 en el Boston University Law Review, nos muestra de manera global cómo la justicia juega en contra de la población negra. Se señala que de los 13.2 millones de delitos menores presentados en 2017, los arrestos de personas de raza negra son del doble que los de raza blanca por los delitos de conducta desordenada, posesión de drogas, asalto simple, robo y vandalismo; mientras que las detenciones por prostitución son 5 veces mayores y por apuestas ilegales es 10 veces mayor para la comunidad negra.

Otros datos significativos los aporta Paul C. Archibald, quien en un trabajo denominado “Criminal justice contact, stressors, and depressive symptoms among black adults in the United States” publicado en noviembre de 2017 en la American Journal of Criminal Justice, nos señala que las posibilidades de que un hombre de raza negra comparezca ante un juez es 10.5% más alto que una persona blanca. Y si abandonan la escuela, el riesgo sube al 70%. Es decir, 7 de cada 10 personas negras que abandonan sus estudios terminan en algún momento de su vida ante un juez. El 49% de los hombres negros, en comparación con el 38% de los hombres blancos, fueron arrestados por una infracción de tráfico antes de los 24 años y un 25% señala haber sido víctima de acoso o maltrato por parte de la policía.

Algo anda mal en Estados Unidos cuando de acuerdo con un conteo que lleva desde 2015 el Washington Post en su página web, señala que las posibilidades de morir a manos de la policía dependen mucho la raza. De las 1,033 personas que sufrieron disparos y muerte por parte de la policía, la mayor parte de las víctimas correspondían a personas de raza negra, aún más que los latinos. Es este sentido, la población de raza negra tiene el doble de posibilidades de morir por la policía que la población blanca.

Algo anda mal en Estados Unidos cuando la organización Mapping Police Violence reporta que, entre 2013 y 2019, una tercera parte de las personas de raza negra que murieron en manos de la policía no estaban armados y que el 99% de los policías que cometieron un homicidio no sufrieron cargos criminales y mantuvieron sus empleos. Ante esta impotencia, John Oliver presentó en su más reciente programa semanal Last week tonight, el alegato de una mujer de raza negra que dijo “ellos (la policía) estaban para cuidarnos, ese era nuestro contrato social, ahora vienen ellos y nos matan y no pasa nada. Si ellos rompieron el contrato social podemos quemar supermercados y aun así sería insuficiente. Agradezcan que la gente negra quiere igualdad y no venganza”.

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