La intimidad sexual en riesgo

En los últimos 30 años la vida se ha transformado considerablemente gracias a los avances tecnológicos y de telecomunicación. Si miramos al pasado, tendríamos que imaginarnos una vida sin computadoras ni teléfonos celulares, a lo mucho existían aquellos pequeños aparatos llamados bíper que se hacían imprescindibles para el personal médico, empresarios o altos funcionarios. Los primeros celulares se empezaron a vender en 1983, parecían tabiques de lo grandes que eran, y pesaban más de 800 gramos. Quizá las(os) más jóvenes no alcancen a comprender el asombro que causó entre la gente dicho aparato sin cables de por medio.

El asombro fue creciendo de manera proporcional conforme el aparato se hacía más pequeño, liviano y hacía más funciones. No sólo era ya un medio a través del cual podíamos comunicarnos telefónicamente con quienes quisiéramos, sino que inclusive, en 2002, el celular servía como una pequeña computadora con la que se podía navegar por internet y hasta tomar fotografías y videos. Es así como nace lo que se conoce como smartphone o teléfono inteligente.

De acuerdo con el Instituto Federal de Telecomunicaciones, en México hay 80.6 millones de usuarios y 86.5 millones de usuarios de teléfonos celulares. Gracias a una investigación realizada por la organización Common Sense se sabe que 72% de la población de 16 años o más usan un smartphone, que 67% de las(os) adolescentes afirman que una de sus formas favoritas de comunicarse con amigos es vía mensajes de texto, 50% en persona, 49% a través de redes sociales y solo el 40% por teléfono.  

Es evidente que el uso del celular se ha hecho tan popular que ha impactado en la forma en que nos relacionamos con quienes nos rodean, incluyendo la pareja. Los textos escritos a través del celular empezaron a servir para enviar no sólo las típicas conversaciones amorosas, sino que fueron subiendo de tono con una clara connotación sexual. Así nació lo que hoy se conoce como sexting.

Conforme se popularizó la cámara del celular, el sexting incluyó también el envío de grabaciones con sonidos, fotografías o videos sexuales, desnudos o semidesnudos generalmente dirigidas a la pareja sexual o amorosa.

En un estudio realizado por Ashley Madison sobre esta práctica entre jóvenes universitarias(os) encontró que 55% de las chicas lo hacen frente al 47% de los chicos. Y, aunque no hay datos de los niveles de adolescentes que tienen este tipo de conductas de carácter sexual, se intuye que es muy alto, lo cual los ubica en una zona de riesgo muy elevado, del cual por cierto tampoco quien es adulta(o) se salva.

Las(os) adolescentes comparten este tipo de contenidos con personas a quienes les tienen mucha confianza, porque les resulta emocionante y piensan que sus mensajes están seguros en sus celulares, no tienen conciencia clara de las diversas posibilidades que actualmente existen para que salgan de ahí. También puede ser que lo hagan bajo presiones sociales de un determinado grupo o persona para ser aceptadas(os). De este modo, cuando se habla de nudes (desnudos), entre las y los jóvenes pareciera que se hace referencia a la CURP, como si fuera obligatorio tener no sólo una, sino todo un portafolio (pack) con este tipo de imágenes propias.

El problema es que 80% de los hombres que reciben nudes las muestran a sus amigos sin el consentimiento de su pareja y muchos de ellos las comparten e intercambian como si se trataran de estampas para llenar algún álbum. Lamentablemente, necesitamos comprender que vivimos en un mundo en donde el sistema patriarcal está enraizado y que, si bien no todos los hombres, sí muchos, miran a las mujeres como meros objetos sexuales, y sin ninguna responsabilidad, respeto ni empatía hacia su pareja, por lo que son capaces de compartir dichas fotografías y/o videos e, inclusive subirlos al internet, sin importarles lo que esto provoca en la vida de esas mujeres.

Razones como esta inciden en que, al googlear el enunciado “intercambio packs Instagram”, aparezcan 961 mil resultados y googlear: “intercambio de packs en línea” arroja 3,520 mil resultados. Muchos de estos intercambios no son gratuitos, sino que existe ya un mercado importante de este tipo de material.

La perspectiva de género nos permite identificar que la preocupación y el sufrimiento que viven las mujeres que son víctimas de una traición y exhibición como esta es mucho mayor que la de los hombres, al estar sujetas a parámetros más altos de exigencia. Baste recordar la reacción social frente a la filtración de un par de fotografías sexuales del ex futbolista y ahora comentarista Luis Alberto Alves “Zague”, quien ahora es visto como un símbolo sexual y de no ser porque le costó el matrimonio, parece no haber tenido afectación alguna en su reputación.

Hace algunos años, la joven poblana Olimpia Melo, de entonces 18 años, fue víctima de la filtración de un video que había hecho junto con su novio, con quien había mantenido una relación de seis años, quien negó haberlo filtrado. Tal fue la afectación que tuvo Olimpia al darse cuenta de que todos, en su pequeña ciudad, conocían del video, que se encerró en su casa por ocho meses e intentó suicidarse en tres ocasiones.

Por fortuna, la comprensión y sororidad de su madre y de un amigo, hicieron que se empoderara y empezara a buscar a otras jóvenes que habían tenido la misma experiencia. De esta forma, juntas y organizadas, han impulsado lo que se conoce como la Ley Olimpia, que implica [i] que se reconozca este tipo de conductas como violencia de género en las leyes de acceso de las mujeres a una vida libre de violencia, [ii] que se tipifique como delito la difusión de contenido íntimo sin el consentimiento de la persona aparece en el mismo y [iii] la tipificación del ciber acoso, como delito de carácter sexual.

Hasta el momento, estas reformas han sido ya aprobadas por 17 Congresos estatales, incluyendo el de la Ciudad de México. Pero debemos reflexionar que el derecho penal poco puede hacer frente a este tipo de acciones, por lo que antes de tomarnos una foto o un video mostrando partes íntimas de nuestro cuerpo, pensemos si en verdad deseamos hacerlo o más bien respondemos a la petición de otra persona, además de pensar de manera inteligente sobre los riesgos que existen de que nuestras fotos paren en el celular de los amigos de nuestra pareja o, peor aún, en el mercado de la pornografía.

Dra Iris Rocío Santillán Ramírez

Abogada y Criminóloga feminista. Licenciada en Derecho por la Universidad Autónoma Metropolitana, Master en Sistemas Penales y Problemas Sociales por la Universidad de Barcelona, así como Maestra en Criminología y Doctora en Ciencias Jurídico Penales y Política Criminal por el Instituto Nacional de Ciencias Penales. Después de desempeñarse durante varios años en el ámbito de la procuración de justicia, en los últimos 19 años se ha dedicado a la docencia y a la investigación en materia de violencia en contra de las mujeres. Ha dictado conferencias en diversos foros del país y del extranjero y publicado artículos especializados en editoriales de España, Brasil, Argentina y México. Autora de los libros: “Violación y culpa” y “Matar para vivir. Análisis jurídico penal y criminológico con perspectiva de género de casos de mujeres homicidas”, ambos de la editorial Ubijus. Ha trabajado activamente en la capacitación y formación de personal ministerial y judicial en materia de género y derechos humanos de las mujeres. En 2016 recibió la Medalla Omecíhuatl que otorga el gobierno de la Ciudad de México por sus contribuciones en materia de derechos humanos. Actualmente es profesora-investigadora Titular “C” por oposición en la UAM-Azcapotzalco. Investigadora Nacional. Miembro de Número de la Academia Mexicana de Criminología. Forma parte del grupo de trabajo para la activación de la alerta de violencia de género en la Ciudad de México.
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