¿De verdad miente López-Gatell?

El ambiente de crispación política del país ha enturbiado la discusión sobre la estrategia de atención a la epidemia del COVID que, en general, ha sido exitosa, en términos de comunicación y en sus resultados. Es entonces importante poner en perspectiva los términos del debate. Desde un primer momento se dejó en claro que la evolución de la pandemia se mediría por medio de un modelo, alimentado por una muestra de pruebas, que permitiría contrastar escenarios con y sin intervención por medio de restricciones de movilidad y medidas de sanidad y, sobre todo, marcar los tiempos y características de cada intervención.

Restricciones muy estrictas en una etapa temprana no solamente incrementarían los costos económicos, sino que harían más difícil sostener la cuarentena en los días posteriores. Por otro lado, relajar las medidas antes de tiempo no sólo llevaría a nuevos brotes, con costos económicos también más altos, sino también a más enfermos y muertes. El propósito de modelo siempre fue el de guiar la toma de decisiones ante uno de los fenómenos de salud pública más inesperados y monstruosos de la historia, para tener menos casos y retardar el contagio, con el fin de poder reforzar la capacidad de atención y evitar que estos se acumulen, para evitar que las posibilidades de atención se desborden. Eso es lo que parece estar sucediendo, el contagio se alargó, se han tomado acciones para incrementar la capacidad hospitalaria y de atención, que no ha sido rebasada, como sí sucedió de manera temprana en Europa y Nueva York.

México, a pesar de las dificultades evidentes, por su condición de desarrollo, pudo poner en marcha políticas de restricción relativamente exitosas. El multicitado estudio de Oxford, del sitio ourworldindata.org, señala que la reducción de la movilidad en México fue mayor a la mayoría de los países afectados, a diferencia de otras naciones como Estados Unidos y Brasil. Como mucha gente decidió quedarse en casa, la curva se pudo aplanar.

El modelo, que se complementa con datos adicionales permite, por ejemplo, saber que en algunos lugares del país la tendencia ya es descendente, lo cual se puede corroborar por el porcentaje de camas ocupadas. Eso ayuda a saber cómo movilizar y organizar recursos de atención y, eventualmente, iniciar procesos de reapertura. Es perfectamente posible afirmar que la curva se fue aplanando, con respecto a lo que hubiera sucedido sin intervención pública. Es decir, se logró que se presentaran menos casos al mismo momento y también señalar que la epidemia está alcanzando su pico en algunos lugares, como en la Ciudad de México. De hecho, son los dos datos por seguir en el modelo para evaluar la oportunidad y la profundidad de las políticas que se irán implementando. Las pruebas y otros datos como atención hospitalaria y número de fallecimientos van a permitir ir tomado decisiones en el espacio nacional y en el local para mantener las restricciones, fortalecer la atención médica o ir relajando algunas medidas y reactivar la actividad productiva.

Si se compara las tasas de crecimiento de fallecimientos en México con las de otros países que van en una etapa más delante de la pandemia, se encuentran patrones de crecimiento similares, incluso menores, para sus primeras etapas. Por lo anterior, es posible pensar que hacia finales del mes de mayo se podría iniciar el periodo de relajamiento de algunas medidas. Eventualmente, se podrán detectar posibles rebrotes y, como parte de las medidas de reapertura, las pruebas de distintas calidades y niveles de confiabilidad pueden ayudar a que se concrete una recuperación más rápida, como sucede en países como Corea. Los mayores efectos de la pandemia están por llegar, las principales tareas son mantener a las personas en casa y fortalecer la atención médica, incluso los mejores sistemas de salud del mundo no han salido bien librados. Lo que ha hecho la Secretaría de Salud de México es una estrategia para reducir los daños y aprovechar mejor los recursos. Esa es su principal tarea.

Back to top button