La Gran Guerra Patria: 75 años de honor y recuerdos en Rusia

El 9 de mayo en Rusia, antesalan simbólicamente la esperada celebración mundial: a su madre patria.

Con fuegos artificiales, fiestas, bailes, cantos y remembranzas melancólicas, alegres y fatídicas, los rusos celebran la victoria contra el imperio de Adolfo Hitler; los nietos rodean a los abuelos para escuchar sus anécdotas bélicas y en las casas rusas hay memoria de los más de 26 millones de ciudadanos soviéticos que entregaron su vida luchando contra el fascismo.

Se tienen registros de correspondencia desde las trincheras, los soldados anunciaban el 7 de mayo la victoria, como lo relata Valentín Syrtsylin desde Berlín a su mujer, Zina: “El 7 de mayo, a las seis y media de la tarde, centenares de explosiones de proyectiles antiaéreos centellearon sobre Berlín, cientos de cohetes se dispararon hacia el cielo para anunciar la victoria a todo el mundo. (…) Fue aquí, en Berlín, donde se decidió el destino de la guerra. Es nuestro orgullo eterno que nosotros, y nadie más, fuimos los primeros en entrar”, y agrega con júbilo: “Te felicito con motivo de la Victoria, querida. Espera, ¡pronto estaré contigo!“.

Los comunicados aguardaban en las oficinas postales y las familias encomendaban a sus esposos o hijos, a sus abuelos o tíos, a sus queridos por volverlos a ver, recepciones como la que tuvo la familia de Alexéi Zelenski el 9 de mayo de 1945, dejó un fragor en el alma hasta el momento de su reencuentro: “Ha llegado el día esperado, con el que soñaban millones de personas. No pueden imaginar la profundidad total de la alegría que estamos experimentando aquí y que estoy experimentando yo. ¡Después de todo, estoy vivo! Quiero gritar muy fuerte: ‘¡Estoy vivo!’ ¿Entienden la magnitud de esta palabra? (…) Todos mis sueños están en este momento allí, cerca de ustedes, en mi tierra natal” y fija sus palabras en el sentimiento no tan afortunado de muchas otras familias que esperaron, pero no recibieron: “(…) sé cuánta alegría habrá en este día en mi tierra natal y al mismo tiempo cuántas lágrimas. Solo sé cuán dolorosos serán los días para aquellos que esperan una carta de su ser querido“.

Estos testimonios son los que dieron fuerza al sentimiento de una nación, los que dejaron su vida en la batalla como el soldado Konstantín Vólkov, de la 53.ª brigada de rifles motorizados que perdió la vida en la batalla de Kursk y no pudo regresar a su casa con su esposa Liza y sus cuatro hijos a una aldea en la región de Nizhni Nóvgorod (entonces Gorki).

Él dejó un legado más grande: valentía y honor que sus hijos toman con recelo por un futuro mejor para la patria: “Perdónenme por esta carta tan breve e incómoda. La escribo en unas condiciones en las que es imposible no confundirme, porque ahora sobre nosotros reina el caos absoluto” escribió, y detalla “explosiones que hacen saltar la tierra por los aires junto con las llamas, convirtiéndola en polvo, con pólvora quemada, levantando partes o pedazos de víctimas y todo lo demás” explicando la cercanía con la muerte “a veces, a 10 metros no se puede reconocer a un amigo” y deja, lo que fue, el último escrito que su esposa conservaría de él “Pero a pesar de esto, nosotros, los sobrevivientes, continuamos luchando contra el enemigo, lo golpeamos sin piedad y avanzamos“.

Se recoge un testimonio alzado sobre la ternura del compañerismo de una nieta con su abuelo. Kristina Kopýtina relata: “El abuelo era mi mejor amigo en la época preescolar: alto, fuerte, con ojos azules, rizos grises y muy buen corazón, (…) cada 9 de mayo, mi abuelo encendía la radio, miraba por la ventana llorando” y termina: “Es lo más triste y grandioso que sé sobre el abuelo: que nunca dejó de esperar a su padre. El 9 de mayo de cada año, el abuelo encendía la radio, miraba por la ventana y lloraba cuando sonaba la canción de las grullas [una popular canción soviética sobre la guerra]. Creo que ese día finalmente se reunía con él“.

Estas y muchas otras historias se leen en el proyecto de RT #PáginasDeLaVictoria en redes sociales.

John Steinbeck recoge para su libro ¨Diario ruso¨ una conversación con Alexandre Karagánov, veterano de guerra, crítico literario y cinematográfico en la que Steinbeck pregunta sobre la postura del pueblo moscovita hacia la guerra y Karagánov responde con las palabras del poeta Yevgueni Yevtushenko: “¿Quieren los rusos una guerra? Pregúntalo al silencio sobre los campos, abedules y álamos. Pregúntales a esos soldados que yacen debajo de los abedules y deja que sus hijos te digan si los rusos quieren una guerra” y aseveró “el pueblo ruso hará cualquier cosa para evitar una guerra. De eso estoy seguro, porque ni el pueblo, ninguna parte de él ni el gobierno ruso quiere una guerra“.

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