El mundo imaginario de Donald Trump

El 24 de abril de 2020, el corresponsal en México para BBC Mundo, Marcos González Díaz, aseguró que los casos en México de coronavirus eran mucho más numerosos que los que había en Estados Unidos, según la fase en la cual nos encontrábamos en ese momento.

Me doy cuenta. El periodismo libre norteamericano encabezado por las grandes cadenas posee una línea editorial que ni siquiera está cerca de respetar la primera enmienda, ya que continúa generalmente los dichos de sus políticos y las acciones concretas como las líneas de investigación que emiten por cada uno de ellos. Difícilmente, como es el caso del mencionado periodista, podemos encontrar algún reportero independiente que tome una línea editorial distinta a la emitida por los mensajes presidenciales. No importa que estén lo suficientemente mal documentados y, por supuesto, sobrevengan solamente de una serie de rumores de orden público.

Es memorable aquella portada del New Yorker del 6 de marzo pasado en la cual aparece Donald Trump con una mascarilla quirúrgica colocada en los ojos ―ilustrada por Brian Stauffer―, emulando la ceguera que posee el presidente de Estados Unidos ante la terrible crisis que vive en este momento por causa de COVID-19. Su filosofía nihilista cada día empeora la crisis de muertes y de contagios, debería pesar en su cabeza. Hasta ahora una cifra de 1 millón 180 mil muertes con 60 mil novecientos casos de contagio. No se debe olvidar que la declaratoria de emergencia se emitió hasta el 13 de marzo de este año y no exigió la cuarentena de toda la población como debía. Es cierto, Donald Trump no ha dejado de pensar como empresario y nunca logró su conversión a político (un improvisado dentro de las filas del partido republicano).

No es gratuito que en el diario La jornada el periodista Robert Fisk, en su artículo del 24 de abril, hiciera una crítica profunda a partir de una breve frase y la citaré tal cual aparece en la edición de la semana pasada: ‘Hablar sin cuidado cuesta vidas’, decían unos carteles en la Segunda Guerra Mundial, suceso que todos deberíamos recordar, aunque no es concebible que la mayoría lo hagamos… a menos que tengamos más de 80 años y aún no nos derribe el COVID-19”, escribió.

Y remata de una forma peculiarmente genial: “No nos referimos a los problemas mentales del hombre en la casa Blanca.” Sí, en una frase lo ha dicho todo. Resulta conocido el problema que ahora enfrenta Estados Unidos y que, a pesar de las interpretaciones en cifras ‘construidas’ por los periodistas de medios oficiales de grandes cadenas como BBC, tendrán un costo. Este costo no sólo será político sino histórico. Hay democracia en Estados Unidos construida de forma idealista por los historiadores políticos del siglo XIX. ¿Qué pensaría Alexis de Tocqueville de Donald Trump?

Resulta impresionante el número de personas impactadas por el error de presidente estadounidense: sugerir el Lysol como el supuesto antídoto que mata al COVID-19. Su declaración provocó que cientos de norteamericanos lo tomaran en serio, el testimonio fue que llamaron a emergencias por haber ingerido el desinfectante. No sólo fue una respuesta extravagante y quizá irónica como quiso defender en su momento Donald Trump, sino una irresponsabilidad pública. Debería tener cuidado. Inclusive las tonalidades sarcásticas, las frases irónicas y las expresiones contradictorias no pueden ser emitidas por un representante político, ya que estas figuras de pensamiento sólo pueden ser interpretadas correctamente a través del contexto adecuado. Por supuesto, sin contexto el mensaje no puede ser transmitido de forma directa, mucho menos a través de la televisión, el internet o la radio. Es por ello por lo que muchos de los políticos con cierta sorna o cierto desdén se atreven a utilizar estas figuras con el absoluto desconocimiento del efecto que pueden causar en la población. Especialmente en un país como Estados Unidos, dónde la investidura presidencial no sólo se cuida por las instituciones públicas, sino a través de los medios de comunicación, como ya lo señalé, puedo incluso argüir que en las charlas públicas. Existe un respeto formidable por la figura del Presidente por encima del resto de los puestos políticos, jueces o líderes religiosos que poseen una alta jerarquía moral entre el pueblo norteamericano. Es por ello, la causa de alarma ante las respuestas inmediatas y poco razonadas por parte del presidente Donald Trump. En el imaginario del presidente la frase de Robert Fisk tendría que ser una ley, no una simple interpretación de un mensaje. Donald Trump olvidó qué dejó de ser empresario y se convirtió en presidente de la nación más poderosa del mundo, dejando atrás los discursos de superación personal, las burlas icónicas por la competencia del capital o los discursos de superioridad mercantil que pueda tener un líder industrial. Estados Unidos está sufriendo por que la imaginación de un presidente no le permite visualizar el problema real y la agudeza que deben de tener sus respuestas deberían ser un estímulo y no preocupar por poner en riesgo la integridad del norteamericano promedio.

Sin embargo, en la actualidad no sólo resulta descabellada sino atroz la cadena de comunicación que ha establecido en Twitter Donald Trump. Un ejemplo claro de esto lo que apenas el día de ayer publicó en la red: escribió que «lamentablemente, México está experimentando grandes problemas de coronavirus» y California (estado demócrata) no quiere que la gente venga por la frontera sur. ¡Un clásico! Tienen mucha suerte de que yo sea su presidente. ¡La frontera es muy estrecha y el muro se está construyendo rápidamente!», indicó (la traducción viene de Aristegui noticias).

Justamente como informamos aquí en el portal de LeMexico, Donald Trump desconoce la proporción que existe entre el número de infectados y muertes de nuestro país con respecto al suyo. A pesar de ser tres veces mayor el número de pobladores y encontrarnos en fases diferentes de la pandemia, México pudo mantener el control de la curva de contagios y logró contener el virus. Los verdaderos problemas los tiene Trump en este momento, ya que su país está sumergido en un cementerio y supera el millón de contagios, muy cerca de los 68 mil muertos. México en una etapa semejante, digamos del 5 de mayo al 5 de abril –por las distancias temporales que existieron entre los contagios en un país y otro–, un indicador estadístico refiere específicamente que México debería de tener en ese momento más de 240 mil contagios y aproximadamente superar las 32 mil muertes que detentaba para fecha semejantes en abril nuestro vecino del norte. Pero no es así.

La realidad es patente y de forma lamentable para los norteamericanos, los números no mienten. Trump ha perdido el rumbo ante la crisis y probablemente pierda el apoyo de la gente de su partido para las elecciones de noviembre. Así, al fin, la imaginación del empresario poderoso no ha doblegado a sus pies al mundo y se ha disuelto por un golpe terrible de realidad.

Habrá que recordar la frase que quedará para la posteridad: “Hablar sin cuidado cuesta vidas”, será una lección histórica que le dejará a Trump la pandemia.

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