La productividad legislativa no es como la pintan: los vulcanizadores de la norma

La crisis mundial de salud detonada por el Covid-19 ha originado un impacto en los trabajos diarios del Congreso de la Ciudad de México. Mediante un Acuerdo de la Conferencia para la Dirección y Programación de los Trabajos Legislativos, se restringieron las actividades de las Comisiones de Donceles del 23 de marzo al 19 de abril del presente año. Por otra parte, la presidencia de la Mesa Directiva canceló las sesiones del Pleno del 24, 26 y 31 de marzo para reanudarlas tentativamente el 02 de abril del año en curso.

Ante este parón de los trabajos parlamentarios, vale la pena hacer un ejercicio sobre la productividad que ha arrojado el Congreso Local durante la mitad de su Legislatura: del total de iniciativas presentadas por los diversos grupos parlamentarios, apenas han dictaminado un 15% de los asuntos turnados, teniendo, además, 769 iniciativas congeladas dentro de las cuales 193 están en la Comisión de Administración y Procuración de Justicia, presidida por el diputado Eduardo Santillán Pérez; 91 están en la Comisión de Normatividad, Estudios y Prácticas Parlamentarias, que preside el diputado Alberto Martínez Urincho; y 89 están en la de Puntos Constitucionales e Iniciativas Ciudadanas del diputado Norberto Nazario Sánchez. A estas tres comisiones se les suman la de Salud y la de Administración Pública Local, que presiden María de Lourdes Paz Reyes y Guadalupe Chavira de la Rosa. Estas cinco comisiones, que tienen el mayor rezago, son de Morena. El dato interesante es que justamente las tres primeras han sido las Comisiones dictaminadoras que más dictámenes han sacado en el Congreso. Entonces, cabe preguntarse, ¿cómo medir la productividad legislativa?

El derecho de presentar proyectos de decreto nadie se lo puede quitar a los diputados. Ergo, la cuestión es, como se diría en el argot legislativo, volverse o no “vulcanizadores de la norma”. Es decir, hacer reformas sólo de forma a las leyes una y otra vez, sin ton ni son y a veces, a la medida. La productividad legislativa no está sujeta a la cantidad de proyectos de decreto presentados y a la cantidad de dictámenes aprobados, sino a la calidad y seriedad del trabajo parlamentario. Ser productivo no es dictaminar y aprobar el día de la jardinería en la Ciudad de México y asuntos similares como se hizo recientemente, sino dictaminar cuestiones de fondo, de seriedad, de calidad y que tengan cambios favorables y sustanciales para la gente, que muchas veces tienden a ser pocos dentro de toda la paja parlamentaria.

Los “vulcanizadores de la norma” que abundan en el Congreso y las prisas por sacar asuntos con albazos legislativos han puesto en evidencia, en muchas ocasiones, al grupo mayoritario: tres dictámenes que fueron elaborados por MORENA se enlistaron en el orden del día del Pleno del Congreso sin artículos transitorios, lo que quiere decir que así fueron aprobados en comisiones. Además, la Consejería Jurídica del Gobierno de la Ciudad de México les regresó 27 leyes aprobadas para observación y la Corte les echó abajo la Ley del Sistema Anticorrupción, que aprobó a la carrera el grupo parlamentario mayoritario de este Congreso. Todo eso ha evidenciado la ignorancia jurídica y la poca técnica legislativa de MORENA. Además, ha puesto en evidencia que la productividad legislativa no es como la pintan.

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