Poder o ley económica: sobre la prohibición del plástico por parte del Congreso de la Ciudad de México

“Sólo deficientes mentales osarían desafiar las leyes físicas y biológicas. En cambio, son innumerables los que creen poder ignorar las leyes económicas. Los gobernantes pocas veces admiten que su poder se halle limitado por leyes distintas de las físicas y biológicas. Jamás aceptan que sus lamentados fracasos son consecuencia de haber violado perentorias leyes económicas.”

—Ludwig von Mises

Prohibir y sancionar es el común denominador para solucionar problemas sociales y económicos de muchos legisladores locales en el Congreso de la Ciudad de México.

El aplauso en el Pleno, en el informe, la entrevista en el periódico y los reflectores dejan de lado cualquier análisis científico de fondo sobre el impacto que pueda llegar a tener la legislación de lo inmediato: las prohibiciones y las sanciones.

El funcionamiento y las respuestas de la economía de mercado a problemas sociales, así como sus herramientas y bondades, simplemente no se analizan porque no se conocen en el Congreso. Y lo peor: ese desconocimiento pasa factura, pues siempre sale más caro el caldo que las albóndigas, es decir, salen más caros los costos de la prohibición y la sanción que el mismo problema.

Se anunció hace unos meses con bombo y platillo en el Congreso de la Ciudad de México la aprobación de modificaciones a la Ley de Residuos Sólidos del Distrito Federal para prohibir el uso y distribución de bolsas y popotes de plástico a partir de este 2020. El dictamen a la iniciativa que presentó la Diputada Alessandra Rojo de la Vega del Partido Verde fue aprobado con 51 votos a favor y una abstención de la petista Lizeth Clavel, presidenta de la Comisión de Desarrollo Económico.

Entre los artículos de plástico que quedaron prohibidos están:

-Bolsas
-Tenedores
-Cuchillos
-Cucharas
-Mezcladores
-Platos
-Popotes
-Globos
-Vasos
-Charolas para transportar alimentos
-Cualquier utensilio fabricado total o parcialmente de plástico

Después de la bulla política vale la pena preguntarse: ¿el problema es el uso del plástico y de demás bienes para satisfacer necesidades a bajo costo o la pésima administración y distribución de la basura que tiene el gobierno, que hacen que cualquier desecho llegue al mar y lo contamine?

La lista de artículos que ya han sido fácilmente olvidados por decreto son consecuencia de inventos innovadores a lo largo de la historia que nos facilitan la vida a costos muy bajos, esto brinda mayor bienestar y deja en el olvido las viejas preocupaciones por satisfacer necesidades a costos altos. Aquí debemos detenemos para analizar las soluciones que nos ofrece el mercado libre y su inseparable sistema de precios: los precios son señales, son sintetizadores de información, el precio bajo del plástico es una señal de que se requieren menos recursos naturales escasos que otros bienes sustitutos, de manera que el plástico forma parte de una opción harto eficiente en la conservación de recursos.

Por otro lado, el sistema de precios actúa en pro del medio ambiente, cuando el precio de un recurso aumenta quiere decir que hay más personas que desean ese recurso y que es más escaso, por ende conlleva a un mayor cuidado y conservación. El aumento de precios sirve para liberar recursos mañana a quien más lo valora y lo necesita y, por el contrario, cuando el precio de un recurso baja significa que puede dejarse el empleo de recursos sustitutos más escasos y que hay más abundancia de ese bien. El sistema de precios nos ayuda todos los días para racionar de manera eficiente nuestras valoraciones de diferentes bienes escasos. El plástico responde a las necesidades de los consumidores que lo usan a bajo costo y el hecho de que no se emplee de sobre manera y de que tenga un uso eficiente y administrado es gracias al sistema de precios, que como cualquier otro bien, la liberación de este recurso está en función de su oferta y demanda. Además, ayuda a satisfacer necesidades no propiamente ligadas al plástico y a costos irrisorios, lo cual se ve reflejado en el precio final de otros bienes.

Todos aquellos bienes que se usan tienden a tirarse a la basura cuando ya no tienen valor para alguien, en cuanto va a parar a la basura ahora el responsable de ese desecho es el gobierno con su monopolio de recolección y administración de la basura. Cabe preguntarse, si el gobierno recolecta diariamente la basura ¿por qué el mar está lleno de ella? ¿Qué está haciendo el gobierno con su función de recolección de desechos que hace que todos paren en el mar? ¿Es acaso la culpa de un bien que ayuda a satisfacer necesidades a bajo costo y facilita la vida diaria de las personas, o de quien recolecta, administra y distribuye la basura?

Estas preguntas tan sencillas no fueron capaces de hacerse los legisladores que hicieron el proyecto de decreto ni la comisión que dictaminó la iniciativa. El trabajo del legislador tiene que ir más allá de sancionar y prohibir lo inmediato y lo directamente observable, debe de detenerse en analizar soluciones más allá de lo jurídico.

Según la Organización en favor de la Economía Circular del Plástico (OFECP), la industria mexicana del plástico representa alrededor de tres puntos porcentuales de PIB. Además, genera inversiones por más de 570 mil millones de pesos y más de 1.2 millones de empleos directos y ocho millones de indirectos. Por otra parte, la Asociación Nacional de Industrias del Plástico informa que se han perdido más de 50 mil empleos y se han perdido cerca de 600 millones de dólares.

Hoy la legislación de lo inmediato (de las prohibiciones y las sanciones) ha generado pérdidas irrecuperables para una industria que se empieza a extinguir, industria que satisfacía necesidades a bajo costo y que generaba miles de empleos y riqueza.

Bajo la misma línea, y si a esas vamos, no dudaría que bajo su misma lógica también prohíban los pañales, las llantas, el petróleo y todo aquello que llegue al mar, y que cuando esas decisiones arrojen números desastrosos para la economía como en la industria del plástico, le echen la culpa a la economía de mercado o al neoliberalismo.

Desafiar las leyes de la economía: algo que hacen muchos políticos. Hacerse responsables de sus desastrosas consecuencias: nadie. Culpar al mercado por sus fracasos políticos: todos.

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